lunes, 5 de abril de 2010

Una pacifica espera, la de encontrarnos algún día


Quiero poder recordarte una mañana como esta, cuando me dijeron que este mundo dejabas. Cuando me hablaban tan inconcluso de algo tan cierto, y que tanto intuía.
A veces me impresiona el poder conmoverme.
A veces me hago fuerte detrás de un blanco uniforme, que aun mas expone mi humanidad.
A veces me involucro y en poco rato.
Es que yo se que vos me entendías, tus ojos -idos de paz- leían los míos a cada momento.
Y hablábamos de vicios mientras tu suero goteaba lento, y nuestras almas -fuerte-.
Y hablábamos de amor, mientras vos lo sentías y yo lo pensaba.
Y somos parecidos
en lo errado- y en lo terco-.
Y un Cura decía huevadas en la tele acerca de un muerto, y vos me contabas un cuento parecido pero al revés.
Y planeábamos salir de la sala en una silla, solo a satisfacer el vicio; solo a tomar aire.
Y todo fue tan natural, que los guardapolvos blancos por 2 largas horas no existieron.
Y acomodabas tu almohada, pidiéndome ayuda, y nos reíamos juntos de la locura vivida.
Yo te hablaba de dosis de morfina y vos me contabas de líneas de polvo blanco y todo parecía lo mismo.
Y me contaste de tu larga soledad, y por momentos me vi Solo, pero sabia que algo había.
Y yo te contaba de mujeres y vos de hombres, y nos contamos 2 lejanas historias.
Y el fútbol no pudo unirnos, y la tele tampoco.
Pero algo nos unía: una pacifica espera, la de encontrarnos algún día.

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